La Comisión de la Verdad es justa y necesaria, para que pueda dilucidar los diferentes crímenes y abusos que han sido ocultados por los diferentes gobiernos.
Entre esos crímenes recordamos el asesinato de Andrés Antonio Brito Ovalle, el 15 de agosto de 1973, en San Víctor, municipio de Moca, provincia Espaillat.
Su único delito fue su simpatía política por el el Movimiento Popular Dominicano (MPD) y que era militante del Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS).
De ese crimen, ocurrido durante el sangriento gobierno de Joaquín Balaguer, fueron acusados el sargento José Eugenio Rosario Espaillat, el cabo Miguel Grullón y un al raso llamado Levi, todos miembros de la Policía Nacional.
Junto a ellos, un grupo de “calieses», entre ellos, unos tales “Chiche», “El Caballo», Ángel Reyes, Felipe Clemente, «El Pirata», José Arturo Paulino y Blanco Sánchez (Blanco Teresita).
El entierro fue una odisea, pues los agentes tirotearon a los participantes en el sepelio y una parte tuvo que amanecer en el cementerio y salir al amanecer para no ser detenido o ultimado.
Estuve presente y gracias a mis piernas corrí casi como Félix Sánchez, en su tiempo, asustado por los tiros y las bombas y que no conocía bien la ruta de escape.
Gracias a Marino, conductor de la UASD, que nos llevó en el jeep de la Federación de Estudiantes Universitarios Federación, pudimos salir ilesos y «sueltos».
El jeep Land Rover era de color verde olivo y con placa oficial… Eso nos salvó.
Los 12 años de Balaguer fue uno de los períodos donde más crímenes se cometieron y todos quedaron impunes.
Es por esa razón que la Comisión de la Verdad es una necesidad.