SANTO DOMINGO.-. La Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) afirmó ayer que el verdadero drama de este siglo no es la COVID-19, sino el vacío de Dios en el alma de los pueblos, los cuales son afectados por las pandemias de la mentira, la violencia, el afán de dinero y el hedonismo.
En un mensaje con motivo de la celebración de los cien años de la coronación de la Virgen de la Altagracia, en su Carta Pastoral titulada “San José, custodio del Redentor y modelo del creyente”, los obispos dominicanos destacan que estos últimos años han sido marcados por una terrible pandemia que ha paralizado a gran parte de la humanidad y sacudido los cimientos de nuestra civilización.
“Esta pandemia (covid-19) que ha polarizado tanto nuestra atención y que ha sido objeto de duros y prolongados debates en los medios de comunicación, no es algo que afecte al ser humano en su esencia, sino que, a la luz de la fe, tan solo lo toca tangencialmente”, precisa la CED.
Considera el Episcopado que el verdadero drama de nuestro siglo es el vacío de Dios en el alma de tantos pueblos y la verdadera pandemia que nos aqueja es la “anemia espiritual” y que “el hombre de hoy se muere por falta de conocimiento de Dios”.
Efectos de las pandemias
Sobre las cuatro pandemias que amenazan constantemente a la humanidad, los religiosos sostienen que se trata de una lucha sin igual que se desarrolla en el corazón de las personas y de los pueblos.
Para los obispos, la primera pandemia que irrumpe y la más peligrosa es la de la mentira, que se hace pasar como portadora de la verdad y de la luz.
“Se presentó en los inicios, delante de nuestros primeros padres y hoy lo hace ante todos los pueblos. Habla como Dios; pero no es dios. Este enemigo utilizando a veces algunos medios de comunicación, bombardea nuestros hogares presentando normas, costumbres y modelos de vida contrario a la Revelación. Nuestros niños y jóvenes muchas veces son víctimas de agentes que difunden falsas doctrinas y una sabiduría enemiga de la Cruz de Cristo”, argumentan.
Con relación a la pandemia de la violencia, la Conferencia del Episcopado establece que su misión consiste en hacer que los hombres se maten unos a otros indiscriminadamente y que desafortunadamente a diario, en algún lugar del planeta se derrama sangre inocente.
“El ser humano, nacido para amar y vivir en paz, ha estado inmerso en el odio, en el terror y en la violencia. Hay una fuerza dentro de él que le lleva a hacer aquello que no quiere, la destrucción del otro, que es su hermano. Este espíritu de violencia, lamentablemente parece que se ha ido adueñando de algunos pueblos”, refieren.
Al abundar sobre la violencia, la jerarquía católica explica que no solo contemplamos las guerras declaradas entre naciones, sino que existen otros conflictos internos y delitos ocultos que a veces son peores que los visibles, como los maltratos que sufre la niñez, burlas y acosos entre alumnos (bullyin); vandalismo, peleas callejeras, trata de personas, terrorismo, armamentismo, cuyo listado, según opinan, no acabaría nunca.
En la Carta Pastoral, al tocar el afán de dinero, como la tercera pandemia, la CED dice que es un símbolo del comercio que rige la vida de los pueblos y que como trasfondo está la idolatría del dinero que se alza como alternativa al Dios único. “Los ilusos piensan que quien más bienes consiga, más asegurada tiene la supervivencia en este mundo. La vida humana se convierte para ellos en un inmenso mercado donde cada uno intenta, compitiendo, atesorar el máximo de riquezas”.
Mientras, al calificar el hedonismo, como la cuarta pandemia, los obispos resaltan que arrastra a gran parte de la humanidad a los falsos paraísos terrenales (del alcohol, drogas, sexo, dinero fácil…) que en vez de felicidad producen mucho dolor y esclavitud.
“Abundan cantidad de doctrinas reduccionistas que aseveran que el hombre es solo materia. Negando la existencia del alma, sólo queda en su horizonte la burda satisfacción de los apetitos carnales. Según ellas, no existen normas externas por las que uno deba regirse”, concluyen los obispos.
Reflexión final
En su reflexión final, en la Carta Pastoral el Episcopado dominicano destaca la figura de San José, esposo de la Virgen, padre de Jesús y modelo de hombre obediente y fiel al plan de Dios.
“En este tiempo especial que nos está tocando vivir, dirigir nuestra mirada hacia San José nos alienta y conforta. En él encontramos el aliciente que nos impulsa y sostiene en nuestras luchas cotidianas. Nadie como él supo atravesar momentos difíciles: el incomprensible embarazo de su prometida”, puntualizan.
Valoran a San José como modelo de respeto hacia su esposa, porque la protegió, cuidó de ella y del hijo, y le acompañó afanoso en la búsqueda del niño perdido.
Sobre la Carta Pastoral
Es uno de los documentos oficiales de la CED, donde los obispos se dirigen especialmente a la feligresía católica, tocando un tema doctrinal, catequético, pastoral y teológico. Su publicación se realiza en ocasión de la festividad de Nuestra Señora de la Altagracia, protectora del pueblo dominicano, celebrada cada 21 de enero.
El tema de este año surge a propósito del Año de San José que concluyó el 8 de diciembre de 2021, proclamado por el papa Francisco en la conmemoración del 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia Universal, y en el contexto de la celebración de los 100 años de la coronación canónica de la Virgen de la Altagracia.