Cuando un amigo se adelanta: Manuel Rivera, el hombre de la eterna sonrisa

Por Roberto PELÁEZ
Lo más importante ahora es mantener viva la llama de tu recuerdo.
Así comienza Roberto Peláez su artículo relativo a un adios que duele. Manuel y Tina nos invitaron a su casa en Las Vegas Nevada y llegamos allí con una tercera persona, Gloria Matos, maravillosa, desprendida y muy parecida en su dulce y alegre temperamento a Manuel. Nos recibieron igual, nos armaron camas para dormir en diferentes puntos de la casa.
Allí coincidimos con una gloria de las artes plasticas dominicanas apellido Colón, y el primer día Manuel nos preparó el más rico jamón que he comido en toda mi vida.



Manuel es chez y cocina bailando salsa. Aquello era un espectáculo memorable. Sunder la esposa de Gil, quien estuvo desde unos días antes, nos aseguró que ya antes Manuel había cocinado para ella y para Colón. Manuel sonreía, bailaba y convirtió nuestra estadía de más de una semana en su casa en un evento que jamás podríamos olvidar. Por eso coincido con el autor del artículo que sigue a continuación, en que ahora lo importante es mantener viva la llama de su recuerdo.

En esta foto aparece Colón, un gran pintor dominicano que coincidió con nosotros en la Casa de Manuel y Tina.
Década y media es tiempo más que suficiente para conocer a una persona, aunque con algunas nunca terminamos de conocerlas por completo. Manuel Rivera pertenecía, por derecho propio, al bando de quienes aman y construyen.
Siempre lo vi portador de una sonrisa tan grande como su alegría, con un chiste a flor de labios y una frase que reflejaba toda su hospitalidad: «De mi casa no se va nadie sin comer».

Nancy y yó nos hicimos esta foto frente a la Casa de Manuel y Tina en Las Vegas, Nevada.
Su opinión siempre era fundamentada. Podía afrontar cualquier asunto con la sabiduría que reportan los años y la experiencia vivida. Era una de esas personas que se ganan el corazón y no se olvidan. No tengo ninguna duda: con él, la vida era más sencilla.

Nancy y Gloria en los lugares más interesantes de Las Vegas
El orgulloso compañero de Modestina Rivera, su esposa, periodista y realizadora de cine, había aprendido dos lecciones complejas: a amar y a perdonar.
Manuel Rivera pasó por la vida sembrando, ganándose el respeto y cariño de muchos. Gracias por tu sonrisa.
Desde el principio, alentó la creación del semanario El Nuevo Mundo y fue el creador de la sección «La cocina de Manuel», que en su honor debería llevar siempre su nombre.
El hombre que acaba de adelantarse en el camino de la vida se burlaba, literalmente, de su avanzada edad, de las zancadillas de la vida y de sus problemas de salud. Él era la alegría personificada: «Yo bailo solo… y me divierto muchísimo», solía comentar.
En los últimos meses, nuestras conversaciones se volvieron rutinarias: ¿Ya comiste? ¿Cómo va el periódico? y casi de inmediato soltaba una de sus frases predilectas: «Recuerda, por nada vale la pena incomodarse».
Manuel era un sabio. De cada tema de conversación, sacaba enseñanzas que invitaban a amar y a perdonar.
Gracias, Manuel, por cada momento compartido, por tus enseñanzas, tu entusiasmo y tu sonrisa. Como decía el poeta, tu espacio no lo puede llenar la llegada de otro amigo.
Las despedidas son difíciles; aprietan el pecho. Prefiero encontrar consuelo en los momentos que compartimos y en tu sonrisa que aún resuena en mis oídos. Personas como tú llegan para no irse nunca. Tu presencia era sinónimo de alegría y cariño. Nada podrá apagar eso que encendiste en cada uno de nosotros: tus ganas de vivir que contagiaban.
Vives en la memoria y en los recuerdos, en tu sonrisa que lo llenaba todo.
El equipo de El Nuevo Mundo te tiene reservado un lugar en nuestros corazones, ese que sabiste ganarte con tu calidad humana y tu indiscutible carisma.
Hasta luego.
Los servicios fúnebres de Manuel Rivera se realizarán el viernes 5 de septiembre, de 6:00 p.m. a 8:00 p.m., en Serenity Funeral Home, ubicado en 1140 Almond Tree Ln. #306, Las Vegas, NV 89104. Teléfono: 702-647-0123.