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Amenazas, Censura y mi Convicción

Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor

Por: Becker Márquez Bautista

Se hace difícil creer que, a estas alturas, existan personas que recurran a las amenazas y a la censura para silenciar a quienes no coincidimos o no compartimos sus pensamientos y comportamientos.

Recientemente recibí una amenaza de muerte vía WhatsApp por parte de una persona que, dicho sea de paso, no conozco. Esa persona pensó que esa acción me iba a intimidar y me llevaría a dejar de escribir mis artículos. Creo, sin temor a equivocarme, que se acaba de equivocar. No recibo chantajes y mucho menos cedo ante ningún método de censura.

El motivo de dicha amenaza fue un artículo que escribimos en el cual hacíamos un análisis sobre «la corrupción, los fideicomisos y la publicidad estatal».

«La palabra ‘claudicar’ no tiene lugar en mi vocabulario ni en mi accionar. Es una opción que no está, ni ha estado jamás, en el código inalterable de mis principios.»

Quiero dejarles claro que no me van a silenciar. Ni aun muerto, mi voz dejará de ser escuchada. Estas acciones violan la Ley 53-07 sobre “Crímenes y Delitos de Alta Tecnología”, la Ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, y el artículo 169 del Código Penal Dominicano, que tipifica las amenazas de muerte con tentativa de homicidio.

Cuando escribo algo, lo hago bajo mi propia convicción y responsabilidad. Nadie, absolutamente nadie, tiene que pagarme para decir o hacer lo que pienso. Tengo pensamientos propios y no los negocio con nadie.

Si su intención era silenciarme o causarme miedo, pues se equivoca. Sus improperios y amenazas me sirven de combustible para la hoguera; ahora es que falta mambo. Sus amenazas e insinuaciones sobre quién me paga me son indiferentes y están mal infundadas.

«Ni las amenazas ni las acusaciones vanas de los mediocres me harán retroceder, ni mucho menos me silenciarán o borrarán las ideas plasmadas en mis artículos.»

Han intentado censurarme e intimidarme, pero no lo lograrán. Pierden su tiempo quienes lo intentan, y les recuerdo que en mi mente y en mi corazón están presentes las luchas de Orlando Martínez y Narciso González a través de sus artículos.

Mi convicción no es un bien negociable, ni mis principios son flexibles. Lo que escribo y defiendo nace de una reflexión profunda y de una responsabilidad con la verdad. Mis pensamientos son míos, y no provienen de agendas ocultas ni de intereses ajenos. Son la única guía que me permite levantarme cada día y alzar la voz sin temor, sabiendo que lo que digo es una extensión genuina de mi conciencia.

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