Carta y silencio : nada nuevo en el Caribe
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Néstor R Ramírez
La carta enviada por Nicolás Maduro a la Casa Blanca buscaba mostrar un gesto de apertura, pero terminó en una pieza propagandística; al responder Washington con desdén, acusando al presidente venesolano de mentir.
La administración de Donald Trump descalifica la misiva como catálogo de mentiras y volvió a blandir la acusación de narcotráfico. Sin,que hasta hoy,haya mostrado pruebas contundentes del supuesto “trasiego masivo de drogas”que llega a Estados Unidos desde Venezuela.
En esa dinámica,Maduro se victimiza y Trump lo criminaliza; ambos explotan el relato: uno para defender su legitimidad interna,el otro para justificar sanciones y mantener abierta la amenaza de una posible acción más contundente.
El problema es que, mientras se juega con cartas y silencios, el pueblo venezolano sigue atrapado en una crisis humanitaria que ningún intercambio de acusaciones resuelve.
Lo cierto es que ambos gobiernos se necesitan como enemigos; Nicolás Maduro justifica su autoritarismo señalando a un imperio agresor, y Donald Trump refuerza su discurso de mano dura inventando un “narcoestado”que nunca termina de probar.
En esta guerra de relatos y exposición mediática no hay inocente; hay intereses. Y la mayor víctima es el pueblo venezolano, condenado a ser rehén del hambre y de la amenaza.
El detalle más delicado es la acusación de narcotráfico que la Casa Blanca insiste en atribuir a Venezuela, asegurando que es fuente de un tráfico masivo con destino a Estados Unidos;sin una evidencia pública que lo demuestre.
En este cruce de versiones,lo que se disputa no es solo la veracidad de un dato-si existe o no un flujo significativo de drogas desde Venezuela-sino la legitimidad política del gobierno.
Para Trump,colocar a Nicolás Maduro bajo la etiqueta de “narco gobernante”justifica una estrategia de aislamiento,sanciones y presión internacional. Para Maduro,la acusación es una excusa del imperialismo de USA para desconocer su soberanía y profundizar la idea de que Venezuela es víctima de una agresión externa.
La carta como la respuesta son piezas del mismo tablero; donde la verdad importa menos que la utilidad del discurso político. Ni la mentiras de Maduro ni el ruido de Trump resuelven el problema del pueblo venezolano: un país hambriento y carente de libertades.
El autor es periodista; miembro del CDP Seccional Puerto Rico.
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