

Por Ramón Colombo/FOGARATE
Cuando empezó a hablarme de la carestía de la vida y lo interrumpí con aquello de que mi primer placer de cada día es echarles maíz a las palomas que lle-gan puntuales detrás de la cocina, no supo seguir su protesta ciudadana. Luego, cuando empezó a hablarme de una huelga, y lo interrumpí para decirle que era bella la hembra aquella retratada en la playa, no pudo seguir su arenga dizque revolucionaria. Y al decirme que este país es una porquería, lo interrumpí para apuntar que no puede haber un fin de semana perfecto sin amigos…Seguramente pensó que soy un producto depurado de la neurosis colectiva. (Su caso es peor: ha dejado de creer en la vida).
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