Debe ser humildes y aprender de la derrota

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Por José Armando Toribio
Santiago de los Caballeros-La derrota es la mejor de las maestras y la humildad la mejor de las medicinas. Esta frase encierra una gran verdad que, aunque pueda sonar dura, es la esencia del crecimiento personal y social. Perder duele, y reconocerlo es natural; sin embargo, el verdadero valor radica en saber qué hacemos después de la caída.
El que pierde siempre puede aprender, y el que es humilde siempre podrá volver a ganar, ya que la derrota no es el final del camino, sino una oportunidad para revisar nuestros pasos, entender nuestros errores y replantear nuestras estrategias. La arrogancia, en cambio, cierra puertas, mientras que la humildad las abre, aun después del fracaso.
Podemos decir que cada derrota deja una enseñanza que no se consigue en ningún libro ni se compra con dinero, es una experiencia que nos debería servir no solo para mejorar como individuos, sino también como agentes sociales que influyen en su entorno.
Es imprescindible aprender tanto en la victoria como en la derrota. Sin embargo, el riesgo de la victoria es la soberbia, y el peligro de la derrota es la resignación. Por eso, ambas experiencias necesitan ser acompañadas de humildad: la una para no creernos superiores, y la otra para no hundirnos en la desesperanza.
La derrota enseña paciencia, resiliencia y empatía. Nos ayuda a comprender que los demás también fallan y que nadie está exento de tropezar. La humildad, en cambio, nos recuerda que ni siquiera la victoria nos pertenece del todo, pues siempre se alcanza con el apoyo de otros factores y personas que contribuyen a nuestro éxito.
En este sentido, la vida no debería medirse únicamente en triunfos, sino en la capacidad de levantarse tras cada tropiezo y en la actitud con que enfrentamos las adversidades. El verdadero perdedor no es quien cae, sino quien se niega a aprender de su caída. Y el verdadero ganador no es quien vence una vez, sino quien mantiene la humildad después de hacerlo.
Por tanto, ser humildes y aprender de la derrota no es solo un consejo moral, sino una necesidad vital. Quien lo interioriza encuentra en cada error una semilla de sabiduría y en cada éxito una ocasión para agradecer. Así, el ciclo de la vida se convierte en una escuela continua, donde las derrotas instruyen y la humildad cura.
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