

Los votantes alemanes se encuentran en una encrucijada generacional. El rumbo que tomen determinará el futuro de Europa.
Hasta hace poco, la nación que se reconstruyó después del desastroso período nazi era, bajo la canciller Angela Merkel, no solo la brújula moral del continente sino también su confiable motor económico.
Todo eso parece estar en juego, ya que, como muchas de las otrora grandes naciones del norte de Europa, su economía sufre, la migración está aumenta y su población mira hacia los populistas de derecha, específicamente en Alemania, la Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), en busca de soluciones.
Hace casi 200 años, el diplomático alemán Klemens von Metternich, que pasó su vida intentando equilibrar los poderes de Europa y mantener a Rusia a raya, dijo la famosa frase: “Cuando Francia estornuda, el resto de Europa se resfría”.
Si el expríncipe viviera hoy, bien podría decir lo mismo de su tierra natal.
Si el partido de extrema derecha AfD logra sorprender, superar las expectativas y conseguir controlar el Estado alemán, otros partidos de derecha europeos, como el Agrupación Nacional de Francia (RN, por sus siglas en francés) y el Partido Reformista del Reino Unido, se alegrarán. También lo hará la Casa Blanca de Trump.
La derecha populista de Europa representa problemas para la unidad europea, lo que a su vez es una mala noticia para una Ucrania que necesita desesperadamente que sus aliados occidentales cercanos se mantengan en sintonía para apoyarla contra Rusia.
Como un capricho de la historia, el mismo año en que Metternich estaba preocupado por los estornudos de Francia, Ucrania se estaba formando brevemente como nación, unida por primera vez bajo la bandera azul y amarilla que todavía usan hoy.
La realidad actual es que el cambio en Europa nunca se ha detenido; sus naciones poderosas, como Alemania, son tan fundamentales ahora como hace dos siglos, lo que significa que serán observadas de cerca en todo el mundo, y particularmente en Kyiv.