

Por Alberto Quezada
(8/1)
A partir de hoy, iniciamos la publicación de una serie de trabajos periodísticos centrados en los principales aspirantes presidenciales del Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Esta serie tiene como objetivo analizar, más allá de las encuestas y los titulares, las trayectorias, discursos, fortalezas y debilidades de quienes buscan encabezar la boleta oficialista de cara a los próximos comicios.
Iniciamos con Guido Gómez Mazara, una figura que representa la disidencia interna dentro del PRM. A través de su historia, se abre el debate sobre el rumbo ideológico del partido oficial y las tensiones entre renovación y continuidad. Cada entrega ofrecerá una mirada crítica y documentada sobre los protagonistas de esta contienda interna que marcará el futuro político del país.
En un escenario político dominado por la disciplina partidaria y el cálculo estratégico, Guido Gómez Mazara se ha consolidado como una voz disonante dentro del oficialismo.
Su estilo directo, su postura crítica frente a su propio partido -el PRM- y su persistente aspiración presidencial lo convierten en una figura singular, más movida por convicciones que por ambiciones inmediatas de poder.
Formado en el viejo PRD y con una sólida trayectoria jurídica y política, Guido ha sido un opositor interno desde antes del nacimiento del PRM en 2014. Para él, el “cambio” prometido por el nuevo partido ha sido más estético que real.
Ha denunciado clientelismo, falta de transparencia y cierre a la participación democrática, lo que le ha costado marginación dentro de la cúpula, aunque le ha ganado simpatías en sectores críticos de la base.
Más que una candidatura con posibilidades electorales reales, su proyecto busca crear una corriente ética dentro del PRM.
Su estrategia se centra en provocar un debate profundo sobre el rumbo del partido, abogando por una renovación generacional y mayor institucionalidad.
En programas de televisión, redes sociales y actividades comunitarias, mantiene una narrativa coherente y firme sobre temas claves como el pacto fiscal, el gasto público y la migración.
Su mayor fortaleza es su autenticidad. Su mayor debilidad, la falta de estructura territorial y respaldo oficial. Sin embargo, un liderazgo como el suyo -sin amarres ni compromisos con el poder- puede influir decisivamente en procesos internos si conecta con un porcentaje significativo del padrón partidario.
Para la dirección del PRM, Guido es incómodo no por su fuerza electoral, sino por el desafío moral y discursivo que representa.
Intentar excluirlo puede ser contraproducente, pues podría reforzar su imagen de figura independiente frente a una clase política cada vez más cuestionada por la ciudadanía.
Más allá de su viabilidad como candidato, Guido Gómez Mazara representa una grieta dentro del PRM y una advertencia: que el poder, sin renovación ética ni apertura interna, genera resistencia.
Su figura, aún sin ganar, podría iniciar una nueva etapa en la política dominicana si logra articular el descontento en organización y propuesta. Hasta la próxima entrega.
El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo.quezada.alberto218@gmail.com
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