Buenos días…
No se puede hablar de “seguridad ciudadana” en un país, donde el Ministerio Público sea inoperante, como en el nuestro.
No se puede hablar de “seguridad ciudadana” en un país, como el nuestro, donde se ha denunciado, con pruebas, actos de corrupción en la Policía Nacional, y en otras instituciones del Estado, y el Ministerio Público no actúa, convirtiéndose en cómplices de esos hechos, que realmente, son punibles.
El Ministerio Público, al menos en República Dominicana, no necesita, para actuar, de que “alguien” se querelle contra ladrones, corruptos o asesinos.
El Ministerio Público, que dirigen, principalmente, las señoras Miriam Germán Brito y Yeni Berenice Reinoso, y que dicen es “independiente”, se olvidó -al parecer- de una figura o instrumento jurídico, que el Código Procesal Penal dominicano llama “Acción Pública”.Y esa “Acción Pública” da facultad al Ministerio Público para iniciar, ante el juez, un proceso penal, y determinar la responsabilidad del o los acusados, pidiendo la pena o medida de seguridad correspondiente.El Ministerio Público puede perseguir, de oficio, todos los hechos punibles, pues lo único que necesita es tener conocimiento de los mismos.
¡Cógelo, Picante! está dispuesto a entregarle copias de las auditorías que revelan irregularidades, por millones y millones de pesos, en organismos de la Policía Nacional, y otros escándalos, que no figuran en auditorías, pero sí, en documentos oficiales.
Pero, por ahora, lo dejaremos ahí, ya que ese Ministerio Público, en vez de ser calificado erróneamente como “independiente”, debe ser llamado «inoperante».
Y la “Acción Pública” no es un instrumento inventado por ¡Cógelo, Picante! El artículo 30, del CPP, establece, entre otros preceptos jurídicos, la obligatoriedad de la “Acción Pública”. Sin embargo, esa cosa no funciona en este Ministerio Público, que dice ser “independiente”, pero, para nadie es un secreto que actúa por mandato.
La popularidad del presidente Luis Abinader va de capa caída, en declive, y la ciudadanía percibe ese segundo mandato, de apenas meses, como un gobierno viejo y fracasado. Y uno de los puntos más oscuros es la seguridad, que es un mito… No existe en el país.
Hay inseguridad en las calles, donde en cualquier esquina existe un punto de drogas, y en ocasiones, con protección.
Hay inseguridad en los colmados y supermercados, donde los productos suben y suben de precios, sin control y, en ocasiones, carecen de baja calidad.
Hay inseguridad en las farmacias, donde los medicamentos, cada día, se alejan de los pobres, que son la mayoría de dominicanos. Enfermarse o morirse, en este país, es un lujo.
Hay inseguridad en los hospitales. Y ahí están, como ejemplo, las agresiones a médicos, la falta de medicamentos, de equipos, de camas, y en definitiva, la deficiencia en el sistema de salud pública.
El tránsito es un caos, y los agentes de la DIGESETT, organismo que carece de gerencia, en vez de controlar el desorden, se han convertido en agentes recaudadores de impuestos. Imponen multas en forma violenta, abusiva y arbitraria, y violando la propia Ley 63-17.
De la Policía, ni hablar… Allí el desorden es total, y en vez de garantizar la seguridad, parece que, sus “gerentes”, disfrutan con la inseguridad.
Es una pena, que en campaña, el hoy presidente Abinader prometiera y requeté prometiera enfrentar y reducir la delincuencia, y ni siquiera ha logrado reducirla a lo interno de la propia Policía, que después de convertirse en “nueva”, es la peor de los últimos 45 años.
En el país, salir con una prenda al cuello en un dedo, es prácticamente, una sentencia de muerte. Es penoso decirlo, y hasta vergonzoso, las mujeres, para evitar que le roben sus celulares, en ocasiones, lo ocultan dentro de sus ropas interiores. En definitiva, hay asaltos y violencia por doquier. ¡Y nada pasa!
¡Cógelo, Picante! sigue esperando una invitación para entregar, exclusivamente al presidente Luis Abinader, pruebas de los escándalos de corrupción en la Policía, y exponer varios ejemplos, que confirma, que con sus figurines, tanto en el Ministerio de Interior como en la Policía, no hay remedio para curar la inseguridad, y el paciente, que es el país, seguirá de mal en peor.
Y lo más triste, y hasta desesperante, es que el cirujano, que es el presidente Abinader, parece estar ciego, sordo y mudo.
