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La actual pausa del genocidio en Gaza es resultado de la solidaridad internacional

Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor

Por Freddy González

Luego de dos años y siete días de la acción de Hamás en territorio israelí, que sirvió de pretexto para la mayor incursión terrestre del ejército de ese país en territorio palestino, la cual ha dejado 70 mil muertos, de los cuales 20 mil son menores de 10 años, 12 mil mujeres, 9 mil de ellas embarazadas. A esto se agregan 18 mil niños huérfanos, 14 mil desaparecidos y 170 mil heridos, de los que 40 mil tendrán lesiones permanentes. Parece que esta situación  tomará una pausa.

Mientras, el 90% de toda la estructura está destruida, incluyendo hospitales, escuelas, edificios públicos y privados, así como viviendas individuales. 

También, el cerco y bloqueo criminal que las huestes del ejército israelí han impuesto a los sobrevivientes de la población gazati, que han dejado centenares de fallecidos por falta de alimentos y otros elementos básicos para la subsistencia humana, comienza a flexibilizarse.

Pero tales medidas no son por decisión propia, ni del agrado del sionismo, ni mucho menos de su titiritero y cómplice, Donald Trump.

Son el resultado de voces inquebrantables como la de la relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para los Territorios Palestinos, Francesca Albanese, que nunca se amedrentó frente a las medidas tomadas en su contra, tanto por el régimen sionista como por la administración de Trump.

De acciones como las de la Flotilla de la Global Sumud que intentó romper el criminal e inhumano cerco con el que el sionismo mata de hambre a más de 600 mil niños, y del apoyo militante de los pueblos de la mayoría de países del mundo, que se fueron sumando a las denuncias y las protestas contra el genocidio al que se sometía a la población palestina de Gaza, obligando a sus respectivos gobiernos a tomar partido sobre el hecho.

Las manifestaciones multitudinarias de condena al genocidio recorrieron los cinco continentes, desde Inglaterra hasta Australia, pasando por España, Alemania, Francia, Italia, Austria, Grecia, Países Bajos, Noruega, Portugal, Suiza, Japón, Camboya, India, Pakistán, Filipinas, Singapur, los Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, Brasil, México, Colombia, Venezuela, Cuba, Chile, Sudáfrica, Nigeria, Libia, Argelia, Senegal, Túnez, Egipto, Irán, Irak, Jordania, Líbano, Siria, Emiratos Árabes Unidos y Catar.

En el propio Israel, judíos no sionistas, se manifestaron en contra de la política aplicada por Netanyahu.

Son hechos como el ocurrido en la última resolución de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en reconocimiento a la existencia del Estado palestino como se estableció en la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947 de dicha institución, que dividió el antiguo territorio palestino ocupado en dos Estados: uno judío y otro árabe, con el voto a favor de 142 (87%) de unos 164 países presentes, 10 votos en contra (Estados Unidos, Israel, Argentina, Rumanía etc.) y la abstención de los 12, lo que ha obligado al sionismo y a sus auspiciadores a buscar una salida momentánea y dejar de lado el propósito de anexionar y colonizar la importante Franja de Gaza.

Pero, indudablemente, el hecho más decisivo para la consecución de esta tregua es la determinación del pueblo palestino de nunca rendirse, de luchar hasta el final por su reconocimiento como Estado soberano.

Lo que sí puede afirmarse es que esta pausa al genocidio de Gaza no es por voluntad propia ni a los sentimientos humanitarios de Trump, ni de su homólogo Netanyahu.

¿Acaso no fue el presidente Donald Trump quien promocionó su compromiso de traer la paz a Oriente Medio? Y en una reunión con Netanyahu, presentó su verdadera intención para el territorio: «la limpieza étnica de la población palestina para convertir Gaza en la «Riviera de Oriente Medio». Instando a Egipto y Jordania, a absorber a la población desplazada en campamentos de refugiados a lo que estos se negaron, mientras que Estados Unidos se haría cargo del territorio costero”.

¿No es el mismo Trump el que quitó el impedimento puesto por la Administración de Biden para que Israel adquiriera la llamada Bomba MK-84 de 900 kilogramos, que puede atravesar el concreto y los metales gruesos, creando un amplio radio de explosión y de alto poder destructivo?

El que ha facilitado los misiles que el Ejército Sonista lanza constantemente desde su territorio contra la ya diezmada población gazatí.

¿No es el mismo Netanyahu que, en la Casa Blanca, mientras Trump se regocijaba de su plan de paz, dijo: «Estamos abiertos a un acuerdo de paz», pero aclaró que «este no puede incluir el reconocimiento del Estado Palestino»?

Más que paz, esta es una pausa que le fue impuesta al sionismo israelí y al imperialismo yanqui por la presión internacional y la lucha de los pueblos por un mundo de paz.

No podemos llamarnos a engaño, los sionistas nunca abandonarán su propósito de anexarse la Franja de Gaza y poblarla de colonos judíos. Ojalá esta pausa sea lo suficientemente duradera y permita que el pueblo gazati se recupere de los horrores y los traumas psicológicos a los que fueron sometidos durante los últimos 737 días.

La paz solo será duradera cuando Israel y los Estados Unidos reconozcan que, como se estableció por la ONU hace 78 años en la vieja Palestina, ocupada por los ingleses, existen dos estados, ambos independientes: uno judío y otro árabe.

Sólo así habrá paz en esa zona del Medio Oriente. Lo otro será una simple y frágil tregua.

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