La CobardÃa Tras el Ladrido: AnatomÃa del «Amo del Perro Nuevo»
Los conceptos emitidos en este artÃculo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por: Becker E. Márquez Bautista
El teatro polÃtico y social está lleno de personajes que operan desde la sombra, utilizando a terceros como escudo y arma. Analicemos una dinámica tan antigua como la lucha por el poder: la cobardÃa del amo que manda a ladrar a un «perro nuevo».
El Perfil del Amo Cobarde
El «amo» es una figura de autoridad (polÃtica, empresarial o social) que posee el poder de la crÃtica o la decisión, pero cuya principal caracterÃstica es la cobardÃa calculada. Su comportamiento se define por la evasión del riesgo.
Su mayor temor es que el conflicto ensucie su propia imagen pública o su supuesta honorabilidad. Rehúye el ataque frontal, ya que sabe que conlleva consecuencias catastróficas para su figura.
Prefiere mantener una fachada de paz y mediación, mientras que en la oscuridad está activando la agresión. Su cobardÃa se disfraza de estrategia: delega las tareas «sucias» —atacar a un rival, lanzar un rumor dañino o intimidar— en una figura desechable (el perro) para mantener sus manos limpias.
La Tragedia del «Perro Nuevo»: Lealtad, Engaño y Descarte
El «perro nuevo» es, generalmente, un subalterno o vocero recién ascendido que busca desesperadamente la validación. Su función es morder, pero su destino es ser descartado.
Intoxicado por la proximidad al poder, el perro cree que morder por encargo es el camino más rápido hacia el ascenso. Su lealtad es ciega y su acción es impulsiva. No se da cuenta de que es solo un fusible o un globo de ensayo. Si el ataque funciona, el amo se lleva el crédito; si fracasa, el amo lo desecha alegando que actuó por cuenta propia.
El Perro Estafador y la Traición Inevitable
El amo, en su arrogancia, subestima la naturaleza del perro que ha reclutado. Sabe que este individuo es un estafador —alguien que ha engañado a su propio entorno y a toda la manada para llegar a su posición—. Lo que el amo no ve es que un individuo que basa su ascenso en la mentira y la manipulación inevitablemente lo engañará a él también. El amo solo está cultivando un arma que, una vez empoderada, no dudará en dirigir sus mordiscos hacia la mano que lo alimentó, siguiendo su único código: el interés propio.
El ladrido del subalterno lo marca como un agresor público, haciéndole perder credibilidad y ganar enemigos. Cuando el amo lo abandona, se queda solo, cargando con la toxicidad de un conflicto ajeno.
Conclusión: La CobardÃa como Impunidad
La dinámica del «amo y el perro» es la quintaesencia de la impunidad polÃtica. El amo logra su objetivo sin exponerse, transformando su debilidad moral en la debilidad de un tercero.
Existe una famosa cita de Juan Calvino que reza: «Un perro ladra cuando su amo es atacado.» Pero en esta patética maniobra, el amo no defiende una verdad noble; manda a ladrar al perro para defender su propia mentira o su cobarde silencio.
El mayor acto de valentÃa de un lÃder no es ladrar, sino asumir la responsabilidad de su propia voz, incluso cuando sea impopular. Cuando un lÃder polÃtico necesita un perro para morder, lo que está exhibiendo no es estrategia, sino una profunda y patética cobardÃa.
Resulta penoso y alarmante que algunos lÃderes polÃticos y gobernantes insistan en utilizar figuras que, en el pasado, fueron cuestionadas y corruptas y que, hasta el dÃa de hoy, no han rendido cuentas al pueblo dominicano por su accionar. ¡Cuidado con el ‘perro nuevo’! Al darle una nueva plataforma, están ignorando que su vacuna de la rabia ética estaba caducada, y solo esperan que muerda a otros, sin prever que la infección moral terminará contagiando a todo el liderazgo.
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