Manifestó que “desde el punto de vista de la salud, nunca debieron estar ahí y no deben estar ahí”.
SANTO DOMINGO. – El reconocido biólogo y ambientalista Luis Carvajal, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, afirmó que las barcazas de generación eléctrica ubicadas sobre el río Ozama propiedad de la empresa SEABOARD Transcontinental representan “una agresión al ordenamiento legal, una amenaza contra los ecosistemas y un peligro para la salud de la gente del entorno”.
Carvajal, expuso que las plantas de SEABOARD tienen un impacto muy negativo sobre el sistema legal e institucional de la República Dominicana porque contamina los procedimientos “porque se instala violándolos. Contamina la institucionalidad porque se violenta y se irrespeta. Pero, sobre todo, contamina la expectativa social que creía que los organismos fácticos, los poderes del Estado están para aplicar las normativas ambientales y de salud, que se basan en respetar y hacer respetar la ley, y no en ser agente para su violación. Ese es el gran problema”.
Manifestó que a raíz del surgimiento de la Ley 64-00 sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, esta planta se coloca de manera ilegal y cuando se hacen las primeras evaluaciones desde la perspectiva ambiental, lo que paren todas las recomendaciones es la necesidad de trasladarla.
El también catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), explicó que a lo largo de los años de operación que tiene la planta Estrella de Mar II, la más contaminante de las dos que están ubicadas sobre el río Ozama, se han encontrado siete efectos adversos a la salud de la gente y el entorno.
Citó, entre estos efectos que cuando las plantas liberan gases contaminantes en grandes cantidades, la respetabilidad inmediata y directa la gente la siente porque esas estructuras están ubicadas por debajo del nivel en el cual viven las poblaciones.
“Qué ocurre, que esto provoca que los gases vayan directamente a las personas e incrementando el daño, porque no se trata solo de la cantidad y el tipo de contaminantes que libera, sino el hecho de que estos contaminantes hacen un contacto directo con la gente”, expuso.
En su consideración, el hecho de que una de las plantas tenga más de 30 años operando en ese lugar incrementa su nivel de peligro “porque el tipo de contaminante que genera que está asociado al hollín, a los gases derivados de nitrógeno, a los derivados de azufre y a los metales pesados que salen de allí, tienen un efecto continuo y acumulativo”.
Otro de los efectos registrados que los residentes en las zonas circundantes a las barcazas más sienten son los ruidos y las vibraciones de alta intensidad, y aunque estas últimas no se escuchan como ruidos, pero sí tienen un impacto sobre los edificios. Relató que los moradores de los barrios cercanos se quejan del agrietamiento de sus casas, de que no pueden dormir, de que sienten el zumbido en la cama y “ese es, desde luego, el efecto de una planta que está donde no debía estar”.
Agregó que a todos esos efectos hay uno fundamental que es no tomar en cuenta el ordenamiento urbano, pues “una ciudad tiene que ordenarse en función de su energía, pero la energía no puede colocarse donde constituya una amenaza para la salud de la ciudad y los ecosistemas que están en el entorno y consecuentemente estas plantas actúan como un disruptor social”.
Otra razón que expuso por la cual las plantas deben ser removidas del lugar, dijo, es por la importancia de la ría del Ozama que es un mecanismo altamente complejo, llamado así porque ahí hay una intrusión marina que llega de 12 a 17 KM y cuando hay eventos especiales como tormentas, va mucho más lejos generando un gradiente de salinidad y toda una serie de procesos dinámicos y biológicos muy complejos.