POR RONNY R. YNFANTE
El término del prestigio es discutido tanto en el ámbito sociológico como en el lingüístico. Moreno (1990) ilustra con su definición: el prestigio es una conducta o actitud en la que se concede un valor de estima hacia individuos, grupos, o comunidades lingüísticas enteras que se consideran necesarias de imitar (p. 187). La sociolingüística explicada por Moreno, propone su estudio como una actitud, una en la que el hablante cree que un valor es correcto, pero no necesariamente visto desde criterios normativos. Debido a que, el prestigio puede ajustarse a la norma, pero hay normas particulares que pueden ser más prestigiosas (p. 182).
Entender el prestigio es relevante como se ha estudiado en otros trabajos investigativos como los de Severino (2014), Mahlamäki (2017), y Sobrino (2017), porque describen las posturas negativas del dialecto dominicano en frente al de otras naciones (Alba, 2009, p. 67). Con esta idea que Alba postula una teoría sociolingüística que involucra la actitud negativa de los dominicanos hacia su dialecto, conocida con el nombre de «Pesimismo dominicano», que se acuña a partir de su capítulo cinco, del libro La identidad lingüística de los dominicanos (2009), titulado «Pesimismo frente a lealtad lingüística» (p. 58).
Para entender esta teoría es cabal referirnos a la explicación de Alba (2009) de la identidad en una conversación de dos personas, donde participan seis puntos de referencias. Uno es el objetivo (lingüístico) entre los dos hablantes, uno y uno, otro es como cada uno ve al otro, y por último, como ellos se ven a sí mismos (por elementos ideológicos de la cultura: creencias) (p. 57).
Alba (2009) hace acopio de vastos estudios y opiniones variadas tanto bibliográficas como mediáticas para componer su teoría. En la que destacan estudios sociales que ponen en evidencia el estado de miseria de la sociedad que animan posturas pesimistas, las deficiencias de competencias comunicativas, de educación, violencia y otras aspectos no favorables para el desarrollo mental. Es notorio la relación que se implanta históricamente con lo racial, al considerarse el dominicano como parte de una raza negra que es inferior (negrofobia), posición racista afianzada en la dictadura trujillista, que además, ayudó a la posterior difusión de una ideología de élite pensante en las escuelas y la televisión (p. 61-64).
Otro elemento que caracterizan la mentalidad dominicana está determinada por sus complejos, que en palabras de Veloz (1950), citado por Alba (2009), corresponde a siete complejos: el de lo extranjero, lo colonial, el geográfico, el haitiano, el regional, el de Concho primo, y el contemporáneo. Todos estos resumen actitudes negativas por la escasez de recursos de la isla, por conflictos de superioridad entre regiones, apego a lo pasado como norma, rechazo a lo hatiano, y el apego al desarrollo extranjero, que también justifican la blancofilia, como comportamiento también racial, entre otras (p. 65). Además, existe otro enfoque, el de Carlo Andújar (s/f) citado por Alba, que propone la noción de los fantasmas de la cultura dominicana. Estos fantasmas son la amnesia negra, lo extranjero como fijación mental, la crisis de autoestima, la cultura del más vivo. Con estos se explica la desconfianza al gobierno, al individualismo materialista dominicano, y la infravaloración a lo nacional (p. 66).
Los dominicanos presentan un complejo de inferioridad que afecta no sólo a sus isoglosas hispánicas, sino también la preferencia por otras. Alba (2009) dilucida que el inglés es una lengua de prestigio considerada por los dominicanos, lo que permite la adopción de préstamos de esta lengua dadas estas condiciones sociolingüísticas desiguales.
Esta mentalidad trastoca lo lingüístico. Alba (2009) comenta sobre la inseguridad lingüística dominicana, la perspectiva de un hablante de considerar que su habla no es correcta, aunque se ve forzado a hablar así de forma espontánea (p. 69). Sin embargo, se resalta una contradicción, porque los dominicanos por más que sobreestimen otras formas, continúan usando la dominicana que consideran inferior. Esto se explica con la lealtad lingüística. Se entiende como la valoración identitaria social de los rasgos característicos de un dialecto que permiten que los hablantes se sientan parte de un grupo, de una nación (p. 70).
Se provoca una neutralización de las actitudes que llevan al desarrollo de un prestigio encubierto. Este se define como un conjunto de valores ocultos que relacionan apreciaciones por usos lingüísticos alejados de la norma (Moreno, 1190, p. 186). En otras palabras, este tipo de prestigio da más valor al habla espontánea que no se admite en un registro formal. También, se puede comprender cómo se asigna un emblema en determinadas circunstancias que no son de orgullo, sino de vergüenza. Alba (2009) lo ilustra con el merengue que en ciertas ocasiones resalta la particularidad del cibaeño de vocalizar los fonemas /l/ y /r/, empero, a la vez este fenómeno es considerado signo de poca educación y ruralidad por hablantes de otras regiones, o por los mismos de la comunidad cibaeña. Sin embargo, el dominicano acredita la naturalidad de su habla, y el abandono a esta es considerado un acto de arrogancia y traición como una deslealtad lingüística (p. 73-74).
De los factores lingüísticos que resaltan para contribuir al pesimismo dominicano, pueden mencionarse la constante comparación del habla popular local con la versión cultural extranjera y el desconocimiento de los rasgos innovadores presentes en otros dialectos (Alba, 2009, p. 76). En este último caso, lo que se explica es que, aunque el dominicano desconozca la existencia de valores lingüísticos idénticos usados en el país con el de otros dialectos, el dominicano por tradición asume que estos por no ser normativos sólo se utilizan aquí.