Crónica ciudadana desde Costa del Faro, Santo Domingo Este


Por Milton Olivo
Costa del Faro, Santo Domingo Este, amanece cada día entre la brisa del mar Caribe y el murmullo incesante del tránsito que asciende desde la avenida España. Es una comunidad con raíces coloniales, pero con un espíritu mucho más antiguo: aquí conviven familias que buscan paz, jóvenes que persiguen oportunidades, inversionistas que visualizan su potencial, y vecinos que aún saludan con una sonrisa al caer la tarde. Sin embargo, en medio de su armonía y calma, comienza a despertar y crecer algo más valioso: el compromiso ciudadano.
Aquel jueves de julio, en la esquina del colmado de Don Alberto, se oían voces preocupadas. “La Alcaldía recoge la basura, pero donde vemos desperdicios en las calles, es porque algunos vecinos prefieren tirarla al suelo en vez de usar los contenedores”, dijo una señora, con un niño de la mano, señalando una acera afeada con algunos residuos. Un joven respondió: “Es verdad, el Ayuntamiento está haciendo su parte, pero algunos persisten en ensuciar”. Ninguno parecía notar lo obvio: el deber es compartido.
En Costa del Faro, como en todos los municipios —como bien ha reiterado el alcalde Dio Astacio— los derechos y los deberes van de la mano. La basura es responsabilidad de todos. No se puede exigir sin participar. No se puede construir ciudadanía desde la indiferencia. Ser ciudadano no es solo tener una cédula, sino actuar con la responsabilidad que ella representa.
¿Cuáles son los deberes que a veces olvidamos?
• Cumplir y respetar las leyes: Desde las normas de tránsito hasta las ordenanzas municipales, cumplir con las reglas no debe ser opcional. Cruzar en rojo o lanzar basura a las calles, o plásticos que tapan los sistemas de drenaje o terminan en el río Ozama no es un simple descuido: es una falta que perjudica a todos, es casi un crimen.
• Participar en la vida comunitaria: Las juntas de vecinos, las consultas comunitarias y los espacios de participación existen para ser utilizados. Callar ante la inseguridad o el abandono es permitir que el problema crezca.
• Cuidar los espacios públicos: Parques, aceras y áreas verdes son de todos. Si no se cuidan, se pierden. Y cuando se pierden, no hay gobierno que alcance para recuperarlos sin el apoyo ciudadano.
• Educar con el ejemplo: Los niños que hoy ven a sus padres tirar la basura en las calles, lanzar plásticos, irrespetar las normas o mantener su frente lleno de yerba, serán los adultos que mañana repetirán esos mismos errores. La ciudadanía se aprende en casa.
Esa misma noche, en la cancha detrás de la escuela Patria Mella, un grupo de jóvenes pintaba un mural con el mensaje: “Un buen vecino es un buen ciudadano”. Algunos lo miraban con curiosidad, otros con escepticismo. Pero al menos uno, un niño de unos ocho años, preguntó a su madre qué significaba ser un buen ciudadano. Ella se quedó en silencio. Tal vez no supo qué decir, o tal vez prefirió no decirlo. Y ahí, justo ahí, está el corazón del problema.
Costa del Faro hoy es ejemplo de eficiencia permanente por parte de sus autoridades. Para alcanzar la meta de convertirnos en el municipio más limpio de América Latina, como persigue el gobierno municipal, solo falta una pieza esencial: el compromiso diario de cada vecino.
Porque tener la ciudad que queremos no depende solo del gobierno, sino de la colaboración de todos. La ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia.
Por eso es fundamental:
• Sacar los residuos los días asignados: lunes, miércoles y viernes.
• No dejar la basura sobre el suelo: debe ir dentro de los contenedores.
• Mantener limpios los frentes de las viviendas o solares.
• Erradicar la maleza, porque afea y propicia plagas.
• Pagar a la alcaldía la recogida de basura o residuos sólidos urbanos –RSU-
Además, como queremos un mejor medio ambiente y aspiramos a ser un municipio verde, debemos llevar la sostenibilidad a casa. ¿Cómo? Con agricultura urbana. Aprovechemos las semillas que desechamos en la cocina —ajíes, berenjenas, tomates, auyama— y sembremos en patios, balcones, azoteas o solares baldíos, usando cubetas, galones cortados, poncheras o cualquier recipiente disponible.
Porque ser buen ciudadano no es tarea de un día, sino un acto cotidiano. Y si queremos convertir a Costa del Faro en una verdadera vitrina del progreso, limpieza y la sostenibilidad, debemos comenzar limpiando el cristal desde adentro.
¡Anímate! El cambio está en tus manos. El faro ya está encendido. Solo falta que todos sigamos la luz del ejemplo que la alcaldía y el alcalde Dio Astacio está proyectando.
El autor es residente en Costa del Faro, SDE.
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