Patrimonio perdido de Encarnita Polo: Fallece en la ruina más silenciosa
Las finanzas de la artista nunca se repusieron a su pérdida de fama y a varios tropezones económicos. Se fue a Ávila con su hija para tener una vida sencilla: sin empresas ni propiedades
La muerte de Encarnita Polo, estrangulada en la madrugada del 14 de noviembre en la residencia Decanos de Ávila, ha conmocionado a un país que la tenía guardada en un rincón de la memoria colectiva. Su nombre nos lleva a los años sesenta, a una España en blanco y negro donde su voz acompañó programas de variedades, galas interminables y un estrellato que entonces parecía eterno.
Pero nada dura tanto, y mucho menos en el mundo del espectáculo, tan brillante por fuera como cruel cuando se apagan los focos. Encarnita fue exactamente ese ejemplo: una artista cuyo pico de popularidad quedó muy atrás y cuya vida económica llevaba décadas intentando sostenerse con lo que había quedado de aquel tiempo dorado. Su situación financiera se fue quebrando con el paso de los años. Ni empresas ni propiedades, ya no tenía nada de lo que un día creó.
Primero perdió la que había sido su casa de toda la vida tras un proceso judicial complejo que acabó en desahucio. Después llegó el golpe más duro: el fraude de las participaciones preferentes, que atrapó a decenas de miles de pequeños ahorradores. Encarnita invirtió ahí unos 70.000-90.000 euros (depende de la fuente) pensando que era un producto seguro y se quedó sin prácticamente nada cuando estalló el escándalo.
Aunque la mayoría de afectados acabaron recuperando el dinero, nunca trascendió públicamente si ella llegó a recuperar la totalidad de lo perdido. Para entonces ya había tenido que empeñar joyas y pertenencias en el Monte de Piedad para sobrevivir y se quejaba abiertamente de que las televisiones la invitaban a programas sin pagarle, algo que —decía ella misma— le quitaba la ilusión que aún conservaba.
BEYONCÉ
Con el tiempo, y sin ingresos estables, la situación se volvió insostenible. Su carrera musical tuvo un pequeño repunte cuando, en plena fiebre viral, alguien mezcló su ‘Paco, Paco, Paco’ con un videoclip de Beyoncé y la canción volvió a circular por internet. Pero aquel revival digital no cambió nada para ella: no generó derechos, no trajo contratos nuevos y no significó mejora económica alguna. Encarnita llevaba años sin ingresos regulares y la música, ese oficio que da tanto, también puede abandonarte sin avisar.
En esa fragilidad económica tomó una decisión importante: marcharse a Ávila, donde la vida era más barata y donde su hija podía ayudarla de cerca. Cuando Encarnita llegó a la ciudad, no lo hizo sola ni perdida: se instaló en casa de su hija, que la cuidó durante años sosteniendo como podía una situación cada vez más frágil. Vivieron juntas mucho tiempo, compartiendo lo poco que había y estirando recursos a base de cariño y supervivencia. Pero a comienzos de 2025 la familia tomó una decisión dolorosa pero inevitable: ingresarla en la residencia Decanos, porque ya no podían ofrecerle en casa los cuidados que ella necesitaba. Fue un paso difícil, pero necesario para garantizarle más atención y estabilidad.
ASOCIACIÓN ALZHEIMER
En su entierro llamó la atención una corona enviada por la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Ávila, un gesto que sugiere un deterioro progresivo que la familia nunca ha querido verbalizar y al que tampoco corresponde añadir más detalles. Las acusaciones que circulan sobre si su hija gestionó mejor o peor sus recursos pertenecen al ámbito privado.
Lo que sí se puede afirmar es que Encarnita llegó a sus últimos años prácticamente sin patrimonio: no tenía propiedades a su nombre y la empresa con la que en su día gestionó su actividad artística, Kelly Media SL, llevaba 20 años disuelta y sin actividad. El Registro Mercantil confirma que la sociedad se disolvió en 2004, que Hacienda la dio de baja provisional en 2009 por incumplimientos fiscales, que no presentó cuentas durante años y que en 2022 la Agencia Tributaria revocó definitivamente su NIF, lo que dejaba la sociedad completamente inoperativa. Era, en términos mercantiles, un cascarón vacío.
Encarnita murió como viven muchos artistas veteranos: con un legado emocional que supera de largo su situación económica. Sin casa, sin ingresos, sin esa maquinaria del espectáculo que tanto da y tanto quita. Murió en Ávila, donde intentó recomponer una vida que había sido luminosa y que, como tantas, acabó deshilachada por el tiempo, la precariedad y un sistema que a veces devuelve menos de lo que se entrega.
Su historia, ahora más que nunca, merecía ser contada con respeto. Y también merece ser recordada como lo que fue: una mujer que llenó escenarios, que vivió como vivían las artistas de su época y que, pese a la dureza de los años finales, dejó un eco que todavía hoy resuena en la memoria de varias generaciones.
Fuente VANITATIS
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