

Por Néstor Estévez
“El maestro de ceremonias es el profesional de la palabra hablada que -escueta y elegantemente- anuncia lo que va a ocurrir, y permite que ocurra”. Le escuché una sola vez esa definición a Clara Inés Caraballo, y se ha quedado grabada en mi memoria.
Siendo la maestría de ceremonias uno de mis principales oficios, como es fácil suponer, he escuchado y leído otras muchas definiciones. Pero esa me parece tan sencilla, coherente, comprensible, significativa… Esa definición, sola, alcanza para explicar y hasta para enseñar a quien se anime por el ejercicio de este apasionante oficio.
Tratándose de mi trabajo, la respuesta a la pregunta inicial aparece “por automático”. Pero vale poner en contexto y fundamentar lo que resulta tan fácil de adivinar: ese sencillo “sí”, a menos que lo que haya surgido sea un “claro que sí”.
La maestría de ceremonias va mucho más allá de simplemente anunciar nombres o leer un guion. Es una labor de conducción. ¿Cuáles características necesita quien conduce? Inicialmente, en esa persona se debe tener confianza. ¿Lo ha hecho? ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cuánto lleva haciéndolo?
¿Cuáles han sido los resultados? Son solo algunas de las preguntas cuyas respuestas generan, o no, confianza. Y después de ahí, una larga lista de características debe reunir quien conduce.
En el caso de este oficio, no se trata de cualquier conductor. Se trata de una persona con condiciones para “conducir procesos comunicacionales”. Eso implica mucho más que guiar un evento hacia su objetivo, que ya es bastante. Es un trabajo que requiere intermediación entre quienes organizan la actividad (emisores) y quienes participan (perceptores).
El profesional de la maestría de ceremonias es un comunicador estratégico. Esta labor encuentra soporte teórico en la «acción comunicativa» descrita por el filósofo Jürgen Habermas. Desde la Escuela de Frankfurt, Habermas destaca la importancia de la «comprensión compartida» para una comunicación efectiva.
Para un maestro de ceremonias, esto significa entender el propósito de la actividad y adaptar su estilo para conectar con la audiencia. Si el evento es formal, el maestro de ceremonias debe mantener un tono profesional y respetuoso. Si es informal, ha de optar por un estilo más relajado y cercano. La clave está en la adaptación, en comprender la «intención detrás de las palabras”, tanto de los organizadores como de los asistentes.
Esa «transmisión de intenciones» implica apelar a la «similitud», a los aspectos en común, como vía para generar la «confianza» de que se precisa para lograr una comunicación efectiva. Eso muchas veces requiere labor persuasiva. Un maestro de ceremonias conocedor de lo que “tiene entre manos” actúa con especial atención a estos conceptos.
El profesional de la maestría de ceremonias se debe centrar en compartir información relevante de forma clara y concisa, creando un “sentido de comunidad” con la audiencia. A la confianza se ha de sumar aspectos como la preparación y la capacidad de improvisar con gracia y “buen tino” ante cualquier imprevisto.
Aunque la inmensa mayoría de la gente asocia la maestría de ceremonias con actividades “elegantes y finas”, el conflicto no es ajeno a este oficio. En esos casos resulta determinante la pericia y el sentido de oportunidad de quien ha de actuar como mediador, con capacidad para suavizar las tensiones y mantener un ambiente positivo.
Es por ello que la preparación resulta fundamental. Un buen maestro de ceremonias, además de conocer el programa a la perfección, ha visualizado posibles escenarios y se ha preparado ante posibles imprevistos. Esto le permite mantener el control y responder con eficacia ante cualquier situación. Además, debe ser un buen observador, capaz de “leer” el estado de ánimo de la audiencia y ajustar su conducción en consecuencia.
En definitiva, este oficio requiere de una persona que gestione identidades y subjetividades. Incluso, desde los escenarios más encumbrados hasta los más sencillos, la maestría de ceremonias adquiere una función determinante de cara a gestionar el prestigio de quien emite. Para eso se apela a estímulos visuales y auditivos que terminan adquiriendo sentido en las sensibilidades de quienes los reciban.
Ha de haber quien responda “no” a la pregunta inicial. Pero quien valora la importancia de la comunicación para lograr propósitos generalmente tiene bien clara la utilidad de los maestros de ceremonias.
Compartir: