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El imperio de los egos

Por Leonardo Cabrera Diaz

El país transita por momentos difíciles y complicados.

Hay varios temas sobre la mesa, que por su importancia y complejidad requieren ser analizados de manera profunda y objetiva.

Una agenda necesaria que debe ser sopesada con la mayor pluralidad posible.

La falta de previsión induce a cometer errores y desaciertos que obligan a dar marcha atrás a decisiones ya tomadas y surge la incertidumbre, la inseguridad social.

No obstante, queda en la población una extraña sensación porque los amagos, ademanes y zigzagueos evidencian propósitos y pretensiones, aunque no se haya concretizado.

Se requiere una voz que estimule el consenso e inspire confianza.
Una voz con sellos de garantías y precintos de seguridad, con certidumbre necesaria para evitar que a la población le asalte o sea presa del miedo y el desconcierto.

El discurso debe y tiene que ir en correspondencia con los hechos y las acciones propuestas, de lo contrario solo son palabras muertas, que como hojas secas arrastra, esparce y revolotea el viento.

La concentración del poder resulta un tanto riesgosa, cuando no va en sintonía con el bienestar colectivo.

La palabra empeñada debe prevalecer siempre alejada de los caprichos del imperio de los egos, del como yo quiero, del como yo digo, del yo soy.

Con recular no siempre se resuelve; si no lo han notado, cada vez más es menos la gente que aplaude.

Con Dios siempre, a sus pies.

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