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Terremoto político

Por Alberto Quezada

El escenario político dominicano hierve. En silencio, pero con la intensidad de un volcán que anuncia erupción. Se cocina un acontecimiento que promete estremecer los cimientos del país: la posible fórmula Leonel y Omar Fernández rumbo al 2028, como candidatos presidencial y vicepresidencial por la Fuerza del Pueblo.

Lo que viene y se vivirá es un padre que se resiste a jubilarse del poder y un hijo que irrumpe con la sonrisa del relevo. Dos generaciones, un solo apellido… y una misma obsesión: volver al Palacio.

Todo se vislumbra que se hará desde el partido Fuerza del Pueblo, colectivo que se vende como la nueva alternativa, pero huele a reciclaje fino del viejo PLD con barniz verde. Leonel, el eterno estratega, vuelve a mover las piezas con su estilo quirúrgico: no grita, calcula; no improvisa, espera.

Sabe que el cansancio del PRM y el colapso del PLD le abren la puerta de regreso. Su narrativa suena a “orden, experiencia y rumbo”, pero detrás del guion se percibe la vieja música del control.

A su lado, Omar Fernández, el fenómeno mediático del momento. Joven, educado, carismático. El hijo que heredó el apellido y la oportunidad de venderlo como novedad.

Habla de renovación, pero su plataforma está construida con los mismos cimientos del sistema que dice querer cambiar. Es el rostro amable del poder heredado, el envase millennial de un proyecto político que nació en los noventa.

La jugada es brillante y peligrosa: un Leonel que ofrece experiencia y un Omar que promete futuro. Juntos, podrían articular la fórmula perfecta: continuidad con perfume de cambio. Pero también podrían despertar el rechazo de una sociedad harta de ver los mismos nombres rotar en el tablero.

En el fondo, esto no es solo política; es una operación de supervivencia dinástica. Leonel busca eternizar su legado, Omar busca legitimarlo. Si logran combinar la frialdad del padre con el encanto del hijo, podrían devolver a los Fernández al centro del poder. Pero si la gente percibe el truco, el hechizo se romperá antes de la campaña.

La pregunta no es si volverán. Es hasta dónde están dispuestos a llegar para hacerlo.

Y en esa respuesta, el 2028 podría marcar no solo una elección, sino un terremoto político que redefina la historia dominicana.

El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. quezada.alberto218@gmail.com

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