

Por Alberto Quezada
La política dominicana siempre ha sido un escenario complejo, donde el apellido pesa, pero no garantiza el éxito. En ese contexto, la irrupción de Tony Peña Guaba como aspirante presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM) representa una jugada interesante, que merece ser observada con atención, más allá de simpatías o rechazos personales.
Peña Guaba no es un improvisado. Es un dirigente con formación, con experiencia institucional y con una carga simbólica que pocos pueden exhibir. Ser hijo del doctor José Francisco Peña Gómez no solo lo vincula emocionalmente con una parte importante del electorado, sino que lo posiciona como heredero legítimo de una narrativa política basada en la justicia social, la equidad y la defensa de los sectores excluidos.
Sin embargo, en política el pasado no basta. Tony ha logrado construir una base operativa sólida en buena parte del país, apoyado en su trabajo desde el Gabinete de Política Social, que le ha dado contacto directo con las comunidades.
A esto se suma un discurso centrado en la inclusión de los sectores populares y afrodescendientes, afirmando con firmeza que “desde 1996 no hemos tenido un candidato presidencial de color en nuestra corriente política”. Ese mensaje conecta con una sensibilidad creciente sobre la representación real en los espacios de poder.
Pero el camino está lejos de ser fácil. Enfrenta competidores internos como Carolina Mejía y David Collado, con altos niveles de aceptación y respaldos institucionales significativos.
Además, sobre su figura pesan dudas que deberá despejar con inteligencia: ¿Podrá desligarse del uso político de los programas sociales? ¿Logrará mantener una campaña limpia y creíble sin el respaldo de los grandes poderes económicos? ¿Está dispuesto a desafiar el “establishment” de su propio partido?
Lo que Tony parece entender —y eso le da ventaja— es que el PRM necesita renovar su rostro político si quiere seguir siendo competitivo más allá del 2024. El país ha cambiado, y la ciudadanía está reclamando liderazgo auténtico, que no venga solo de las cúpulas, sino desde abajo.
Su apuesta por organizar las bases, sin depender exclusivamente de senadores o alcaldes, puede ser su carta maestra si la juega bien.
Estamos, pues, ante una posibilidad interesante: la de que surja en el PRM una candidatura con verdadero arraigo social, con discurso y con historia. El tiempo dirá si Tony Peña Guaba encarna una oportunidad histórica o si su aspiración quedará en un espejismo dentro de un partido que aún no define con claridad hacia dónde quiere ir.
El autor es periodista y magíster en derecho y relaciones internacionales. Reside en Santo Domingo. quezada.alberto218@gmail.com
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