Washington puede estrujar a Rusia sin aranceles ‘secundarios’

Donald Trump no necesita los llamados aranceles secundarios para aplastar los ingresos petroleros de Rusia, que actualmente ascienden a 160.000 millones de dólares al año. La reciente amenaza del presidente estadounidense para sancionar a los países que compran petróleo a Moscú está llena de trampas.
Tiene una forma mejor de cortar el flujo de efectivo que alimenta la guerra del Kremlin contra Ucrania. Se trataría de persuadir a India, el segundo mayor cliente de Rusia, para que deje de comprar su petróleo, al tiempo que se convence a Arabia Saudí para que bombee más. De este modo se garantizaría que los precios mundiales del crudo no se disparen al caer las exportaciones de Moscú. Estados Unidos también podría recortar drásticamente el precio que Rusia obtiene por sus ventas de petróleo al exterior, incluso más que el recorte acordado por la Unión Europea la semana pasada.
El conjunto de estas medidas pondría aún más en apuros a la economía del Presidente Vladímir Putin, que ya se enfrenta a las tensiones derivadas de un déficit presupuestario cada vez mayor, la ralentización del crecimiento, el aumento de las deudas incobrables y una inflación todavía elevada.
¿Cuál es el problema de ir a por todas y detener todas las exportaciones de petróleo de Moscú? Eso es lo que pretende conseguir Trump con su amenaza de imponer aranceles secundarios a los países que comercien con Rusia. La semana pasada dijo que, si Putin no ponía fin a la guerra en Ucrania en 50 días, impondría aranceles del 100% a las importaciones estadounidenses procedentes de Estados que compran exportaciones rusas.
Esos aranceles secundarios generales tendrían tantos inconvenientes que los mercados financieros no creen que Trump vaya a cumplir su amenaza. La renta variable rusa y el rublo subieron tras sus comentarios, mientras que el precio del crudo cayó, exactamente lo contrario de lo que habría ocurrido si los inversores pensaran que iba en serio.
El país de Putin es el tercer productor mundial de petróleo, por detrás de Estados Unidos y Arabia Saudí. En junio exportó 7,2 millones de barriles diarios de crudo y productos refinados, como gasóleo, por valor de 13.600 millones de dólares, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), lo que supone una tasa anual de algo más de 160.000 millones de dólares. La retirada de toda esta oferta del mercado mundial provocaría una fuerte subida de los precios. Entre otras cosas, eso perjudicaría a los consumidores estadounidenses, dañando la popularidad de Trump.
Otro problema es China, que compró casi un tercio de las exportaciones rusas de crudo por volumen de enero a mayo, según datos del Instituto de la Escuela de Economía de Kiev. Pekín es el aliado más importante de Moscú. Así que si Trump impusiera aranceles del 100% a las importaciones chinas en Estados Unidos, probablemente no cambiaría su comportamiento. Simplemente, avivaría aún más la guerra comercial con la segunda economía más grande del mundo y aumentaría la inflación en el país.
En teoría, Trump podría eximir a China de los aranceles secundarios, mientras los impone a otros países. India y Turquía, que compran respectivamente una cuarta y una décima parte del crudo ruso, serían los principales objetivos. El presidente podría tener más suerte torciéndoles el brazo. Pero una política que penalizara a los países amigos mientras eximiera a la República Popular, el rival más serio a largo plazo de Estados Unidos, sería una locura geopolítica.
Afortunadamente, hay alternativas. Trump podría utilizar tanto zanahorias como palos para persuadir a India y Turquía de que dejen de comprar petróleo ruso. Washington mantiene amplias relaciones con Nueva Delhi y Ankara en materia de defensa, comercio, tecnología y energía. Utilizando múltiples palancas, Trump podría llegar a acuerdos beneficiosos para ambas partes. Una zanahoria podría ser garantizar suministros alternativos de crudo a los mercados mundiales. Esto tranquilizaría a India y Turquía, que no pagarían más. También protegería a los consumidores estadounidenses del encarecimiento del combustible.
Putin tendría dificultades para encontrar compradores que ocuparan plenamente el lugar de India y Turquía. Por el contrario, Trump tiene una posibilidad realista de conseguir que otros proveedores llenen el vacío de producción. Esto sería imposible si China también dejara de comprar el petróleo de Moscú.
Los primeros puertos de escala del presidente estadounidense deberían ser Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, ya que mantiene estrechas relaciones con sus dirigentes. Entre los dos tienen un exceso de capacidad de producción de petróleo de 3,2 millones de barriles diarios, según datos de la AIE, que es más de lo que India y Turquía compran a Rusia. Ambos quieren aumentar su cuota en el mercado mundial.
Trump también podría persuadir a los productores estadounidenses, con los que mantiene buenas relaciones, para que aumenten la producción de petróleo. Si hubiera un déficit temporal en el mercado, Estados Unidos podría incluso liberar petróleo de sus reservas estratégicas. Podría comprometerse a rellenar esas reservas a medida que entrara en funcionamiento la nueva producción, lo que daría confianza a los perforadores para aumentar la oferta.
Recortar la cantidad de petróleo que Rusia puede exportar debería ser solo una parte del plan de Trump. También debería apretar el precio al que Moscú vende su crudo.
La UE recortó la semana pasada el nivel al que Rusia puede exportar petróleo de 60 a 47,60 dólares el barril, aprovechando que los precios han caído desde que el Grupo de los Siete países ricos acordó el tope original en 2022. Si Trump respalda esta iniciativa, sería posible bajar significativamente.
Para eludir el límite, Moscú creó una flota en la sombra de petroleros que no respetaban el límite de precios para transportar su petróleo. Los países del G7 impusieron entonces sanciones a algunos de estos buques, dificultando su actividad.
Estados Unidos, que aplica sanciones más severas que la UE, podría penalizar a todos los petroleros de la flota rusa en la sombra y no solo a algunos de ellos. Si consigue que India y Turquía dejen de comprar petróleo ruso, el precio que Moscú puede cobrar se reduciría aún más.
Con estas medidas, podría alcanzarse un precio máximo de unos 40 dólares por barril. Si el volumen de las exportaciones de petróleo de Rusia también disminuyera significativamente, sería posible reducir a la mitad sus ingresos procedentes del petróleo negro.
Putin es desafiante, por lo que vaciar su arca de guerra puede no ser suficiente para obligarle a sentarse a la mesa de negociaciones. Pero Trump también ha prometido aumentar los suministros de armas a Ucrania, siempre que los países europeos paguen por ellos. Si el presidente estadounidense cumple su promesa y Europa encuentra el dinero, tal vez utilizando los 300.000 millones de dólares de activos congelados de Moscú, Rusia podría finalmente detener la guerra.
Fuente CINCO DÍAS
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