Finlandia: Crítica de Teatro

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Por José Rafael Sosa

Finlandia es una obra de actores. Finlandia como pieza, es una basada en la fortaleza de su concepto y en la capacidad del buen describir por parte de su autor.  Es una pieza que se enmarca en un parlamentarismo brillante, detallado, rico en situaciones que incrementan su ritmo al paso de los minutos de representación parlamentarista que no deja respiro.

La obra está dotada de la fuerza de la palabra, al punto que la mayor parte de los recursos técnicos del teatro (escenografía, maquillaje, vestuario y otros) le resultan innecesarios para ser, haciendo excepción de las luces.

Original del dramaturgo, actor y director francés Pascal Rambert, el texto es un territorio fértil para que el público viva un recorrido que no deja pausas, y en el cual los enfrentamientos verbales – a partir de concepciones antagónicas, la visión machista congelada en el tiempo y la rebeldía femenina contra los encadenamientos culturales.

Ese enfrentamiento, tremendamente detallado y contundente logra que cada asistente, primero, recordando cómo se expresan valores en sus existencias, ver la forma en que se manifiestan, y, segundo, apostando muy internamente cada quien, a uno de los dos portavoces que encarnados los dos personajes.

Para el montaje en el país, los dos talentos actorales, Vicente Santos y Judith Rodríguez, ambos residentes en el guarecido espacio de los mejores intérpretes dominicanos, que los lleva a desarrollar un texto dramático rico en detalles, aderezado de color y sabor propios.

A Vicente Santos le tocó ser hombre que de hecho es la pareja posesiva, recuperado por la ideología machista y que logra sacar adelante una persona tan despreciable como impresionante. Vicente retablilló en un par de momentos, pero es excusable por el ritmo verbal a su cargo.

Judith Rodríguez, es la figura prístina en escenario y en las locaciones de cine. Y salvo el rol suyo en Rafaela, – que le exigió una intensidad al nivel más alto- logra en interpretación su escala más alta. Se hace dueña de una gesticulación expresiva y medida, pese a los garrafones de texto a su cargo.

Ambos protagonizan, con el desafiante textual, un enfrentamiento casi demencial, que delibera en los puntos claves de sus visiones y experiencias.

Una tercera figura en escena es la niña Nefer Galaxia Mourou, que tiene un rol tan trascendente como los dos adultos en escena, a pesar de su corto tiempo de exposición. Puede que mucha gente se sorprendiera al ver un rostro infantil “inédito”, pero eso es relativo. Su papel es corto pero fundamental para dar forma final al enfrentamiento, haciéndolo de modo sorpresivo y único.

Un teatro inclusivo

El montaje de Finlandia en el país deja el precedente de haber sido desarrollada con sentido inclusivo, para lo cual se ofrecían facilidades de acceso para personas disminuidas en su movilidad, tratando de vencer las barreras arquitectónicas e instalando intérpretes del lenguaje de señas.

La presentación de Finlandia es por sí misma, un llamado a productores y directores de teatro, de hacer accesible su quehacer artístico a todos los grupos humanos con limitaciones motoras y sensoriales.

Un enfoque equivocado

Los responsables de la promoción de la obra, se dejaron llevar por la pendiente enjabonada del mercadeo del facilismo. Las fotos difundidas en los medios, no se corresponden por su ternura y sensualidad, a lo que es la pieza.

Quienes fueron al teatro de Bellas Artes esperando ver en vivo aquella escena, de seguro que salieron frustrados. Es una pena que una pieza de teatro de esta trascendencia, sea distorsionada en su imagen pública, buscando venta de boletas. 

El autor y director

Pascal Rambert (Nacido en Niza, 1962) es un dramaturgo, director de escena, director teatral y coreógrafo francés. En 2016 recibió el Premio de Teatro de la Academia Francesa por el conjunto de su obra.

 

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